Paraguay se convirtió en el cuarto exportador de soja del mundo. Por primera vez en la historia un cultivo se convirtió en el factor con mayor contribución al producto. Pero al mismo tiempo se convirtió en el enemigo de los rezagados, de los retrógrados y de los que quieren mantener a la agricultura paraguaya como un factor económico primitivo.
Grupos partidarios del minifundio son los que atacan al cultivo de la soja, como si destruyendo lo bueno, progresarán. Se trata de un ataque absurdo, que no debería triunfar. Aunque
Cualquier resistencia para mantener los sistemas retrasados determinará una caída de la competitividad del país, con su secuela de empobrecimiento. Todo ataque al progreso es un voto por el empobrecimiento.
En Paraguay el dogmatismo de muchos hace que no exista temor al ridículo, y gracias a esto aparecen las más aventuradas opiniones, que harían reír en países donde los fanatismos son residuales. Así ha aparecido un paladín de la antisoja, que preconiza destruir el cultivo más exitoso de la historia paraguaya y que con una buena educación, puede resolver casi todos los problemas de falencias alimentarias.
La extraña tesis busca “proteger” a los campesinos pobres. Y lo hace tratando de aumentar la pobreza destruyendo lo único que puede proporcionar ingresos sanos.
Se trata, desde luego, de una posición ridícula, solo posible en Paraguay, donde el papelón no tiene consecuencias. Lo grave es que la tontería fue presentada en un foro empresarial donde nadie se levantó a refutar al expositor y demostrar lo absurdo de su postura.
Con estos criterios, evidenciados públicamente, Paraguay no podrá progresar. No tiene ni la menor posibilidad de salir de sus niveles de pobreza, al contrario. Y el silencio del auditorio, constituido supuestamente por empresarios del sector, demuestra que la indolencia es todavía el factor principal en los debates.
En cualquier otro país del mundo el expositor hubiera sido silbado de manera estentórea y hubiera sido refutado de inmediato. En Paraguay la gente se calla.
Muchos de los problemas paraguayos, en todas las esferas, provienen de esa timidez, que impide reacciones naturales que pueden ser las que salven al país de cometer errores desastrosos.
Así se ha tolerado que se entreguen trozos sustantivos de soberanía; se tolera que se tomen decisiones que significan una regresión absoluta; se admite que políticos propongan ideas antiprogreso, sin la menor resistencia.
Fuente: la nacion Paraguay