Como no puede ser de otra manera,las consecuencias están siendo muy severas y sin duda se reflejarán en un aumento importante de las tasas de desempleo y pobreza.
Los comerciantes hablan de agudas caídas en las ventas, las importaciones se han reducido dramáticamente, lo mismo que los ingresos por exportaciones, las inversiones están prácticamente paralizadas y muchas empresas se ven ya al borde de la cesación de pagos. Los gremios de la construcción, por ejemplo, sector que tiene un alto componente de mano de obra, aseguran que su actividad ha disminuido en un 80 por ciento. Una situación similar atraviesan los transportes, las comunicaciones y los demás servicios, que emplean a la mayor parte de la población ocupada del país.
Si el panorama todavía no es desesperante es solamente porque la economía nacional viene de varios años de crecimiento sostenido, lo que le da un colchón para soportar el temporal tanto a nivel público como a nivel privado. Pero si la recuperación no se produce pronto, la crisis se volverá insostenible, las quiebras se multiplicarán, lo conseguido durante el reciente lapso de auge se diluirá, peligrará la estabilidad macroeconómica y la población, sobre todo la más pobre, sufrirá en forma directa el ramalazo.
La buena noticia es que hay razones para ser moderadamente optimistas. De acuerdo con los distintos pronósticos, los países exportadores de alimentos, como el Paraguay, son los que están en mejores condiciones de capear antes la crisis internacional y reposicionarse más rápidamente en la senda del crecimiento.
Esto es así porque la demanda global de productos alimenticios es la primera que se restablecerá, lo cual hace prever que los precios de los llamados “commodities agrícolas” no sufrirán una caída exagerada.
De hecho, tal como se preveía, los precios internacionales de los rubros agropecuarios que el Paraguay produce y exporta, principalmente carne, cereales, oleaginosas y subproductos, pese a haber experimentado una baja del orden del 40 por ciento en comparación con el pico atípico alcanzado en 2007/2008, se mantienen en niveles incluso algo superiores a los de
Adicionalmente, países como el Paraguay se pueden beneficiar con la reducción de los costos de energía, insumos agrícolas y bienes de capital, cuyos precios sí muestran un desplome más abrupto.
Por estos motivos, varios observadores económicos locales piensan que esta recesión en el Paraguay ya ha llegado a donde tenía que llegar y que a partir de ahora puede esperarse un fuerte “rebote”. Algunos ya vaticinan un nuevo crecimiento del 4 por ciento para 2010.
Sin embargo, para que ello se concrete deben darse ciertas condiciones. Por ejemplo, que no ocurran hechos que desalienten la inversión y la producción, como una crisis política de proporciones. Pero más allá de lo coyuntural, lo principal es que el Gobierno reconozca en los hechos el aporte del sector primario a la economía nacional, no para prestarle un apoyo directo, algo que se justifica con los campesinos pobres y que los agroganaderos eficientes no tienen por qué necesitar, pero sí para abstenerse de promover medidas que vayan en contra del aparato productivo del país.
Es absolutamente innegable que los sectores agropecuario y agroindustrial siguen siendo los grandes sostenes de la economía y las principales fuentes de ingresos en el Paraguay. Todos los demás, como el comercio, el transporte, los otros servicios, la construcción, la industria manufacturera y el propio Estado, se desenvuelven en gran medida a partir de las riquezas generadas en el campo paraguayo, responsable de la mayor parte del crecimiento y más del 80 por ciento de las exportaciones registradas.
En 2007, por ejemplo, año en que se logró la mayor tasa de crecimiento desde la época de la construcción de Itaipú, del 6,8 por ciento conseguido, 4 puntos porcentuales son atribuibles exclusivamente a la agricultura. Eso es sin considerar el sector pecuario y sin tomar en cuenta que la mitad del sector industrial está compuesta por frigoríficos y fábricas de aceites, pellets y harinas. A eso hay que agregar el efecto dinamizador en otras áreas. En 2008, el campo generó 1.200 millones de dólares en importaciones de insumos y maquinaria, sin incluir combustibles y lubricantes.
No hay mejor gobierno que el que impulsa el crecimiento y la prosperidad, que son las armas fundamentales para luchar contra la pobreza y promover el bienestar de toda la población. Por eso, el Gobierno no debería apuntar al sector agroganadero como el enemigo del país, sino tenerlo entre sus principales aliados para llevar adelante una agenda nacional de desarrollo.
Con esta crisis ha quedado demostrado que la caída de ese sector arrastra inevitablemente a toda la economía. Si nos sirve como sociedad para comprenderlo y valorarlo, bienvenido sea. A partir de ahora, es de esperar que se haya aprendido la lección y se actúe mancomunadamente por el bien del país. De ser así, podemos ilusionarnos no solamente con un mejor 2010, sino con un mejor futuro para el Paraguay.
Para hacer comparaciones, es bueno recordar aquí la filosofía económica de nuestros dos grandes vecinos, Argentina y Brasil, y cómo les va a cada uno. Mientras el matrimonio Kirchner aplica una “retención” de más de 35% a la exportación de productos del agro, el presidente Lula, por su parte, concedió nada menos que CINCUENTA MIL MILLONES DE DOLARES a tasa preferencial a los productores rurales para estimularlos a aumentar sus esfuerzos para producir más y mejor.
Fuente ABC asuncion