La estadística oficial refiere a 709 casos, de los cuales 316 son empresas quebradas, abandonadas o vaciadas por sus dueños y recuperadas por sus trabajadores; y 393 son emprendimientos que nacieron de desocupados, que se organizaron espontáneamente o que fueron motivados para ello por programas asistenciales del Estado.
El secretario de Empleo, Enrique Deibe, dijo a Télam que en el primer caso, “las empresas, la mayoría como producto de la crisis de 2001, fueron abandonadas por los empresarios ante dificultades que consideraron insuperables, y los trabajadores tomaron la decisión de defenderlas”.
“Fueron luchas heroicas. Una identidad obrera muy fuerte en la memoria colectiva del pueblo argentino, en particular del peronismo, hizo que los obreros se aferraran a sus fábricas, y por otro lado, las dificultades para encontrar otro empleo en la crisis los dejaban sin opciones”, analizó el funcionario.
Deibe recordó que “la lucha fue dura; incluyó ollas populares, peleas en la justicia, tomas de establecimientos, pero los resultados fueron lográndose”.
”Con la recuperación de la economía, se fueron recuperando lentamente, volvieron a levantar las ventas, etcétera. Hay que tener en cuenta que eran empresas constituidas, que habían tenido un mercado, una producción de calidad razonable, que como consecuencia de la crisis habían dejado de funcionar”, explicó.
El buen desempeño de la economía tuvo efecto benéfico sobre todos estos intentos, que se
vio reforzado además por la asistencia estatal, con el resultado de que el conjunto de experiencias exhibe, una década después, una mortalidad llamativamente baja.
“Como ha dicho el ministro (de Trabajo) Carlos Tomada, este gobierno ha puesto el empleo en el centro de sus políticas, e incluye la economía social como alternativa para muchos trabajadores”, destacó Deibe.
No sólo la cartera laboral tiene líneas de apoyo a las empresas autogestionadas por trabajadores sino múltiples áreas del gobierno: Desarrollo Social, Agricultura, Ciencia y Técnica, Industria, a través de variadas ventanillas de asistencia.
Deibe detalló que Trabajo tiene una línea de asistencia para sostener un tiempo el pago de los salarios, con subsidios que se pagan a cada trabajador; y otra línea apunta a la reconstitución del capital de trabajo, para la reparación o adquisición de maquinaria y la provisión de materia prima.
”Se asigna un monto sobre la base de la cantidad de trabajadores. Hoy, damos hasta 300.000 pesos para comprar o reparar equipo y materia prima”, informó.
Una tercera línea es de asistencia técnica para la gestión empresaria, porque, en los comienzos de cada experiencia, los trabajadores autogestionados no siempre acertaban en cómo manejar clientes y proveedores.
Una característica común a muchos de estos casos es que, en general, el personal administrativo abandonaba la fábrica fallida y no se sumaba al esfuerzo de recuperación, aunque hay unos cuantos ejemplos en sentido contrario.
“La recuperación económica les permitió no solamente volver a producir sino que en la gran mayoría de los casos incorporaron más trabajadores, y pudieron mantenerse en las crisis cíclicas que sufre la economía”, comentó el funcionario.
Con todo, el problema grave que subsiste en este conjunto es el de la regularización patrimonial y fiscal, lo que ya plantea un desafío legislativo.
“Los trabajadores son dueños de la producción, no de la empresa. La legislación mejoró pero las leyes de expropiación se caen porque los estados provinciales no pagan las indemnizaciones y hubo algunos casos de reversión del proceso y las fábricas volvieron a sus viejos dueños”, describió Deibe.
El subsecretario de Empleo señaló que “otro problema son las deudas históricas, porque no hay borrón y cuenta nueva, hay continuidad jurídica, y esto en algunos casos se resuelve y en otros sigue pendiente”.
“Mientras tanto, producen, crecen, mejoran la calidad y la comercialización y están en buenas condiciones de trabajo”, subrayó.
Deibe comentó además que así como hay nacimientos de empresas siempre hay cierres, porque “está en la naturaleza de la economía capitalista”. De hecho, mencionó que “en diez años se han cerrado más de 20.000 empresas, aunque no ocurre lo de los años ‘90 en que cerraban más que las que abrían”.
Sin embargo, la cultura productiva de
”Esto empezó como un proceso de paliar las consecuencias de la crisis y ver qué pasaba, pero se convirtió en una alternativa válida y por eso las apoyamos. Se ha consolidado un sector de empresas recuperadas y cooperativas de trabajadores que surgen. Es una alternativa válida dentro del sistema capitalista con otro modelo de organización”, concluyó.