La situación se repite en muchas otras zonas de la región y da idea de la gravedad de lo ocurrido, que tendrá consecuencias en la próxima cosecha y en parte también en posteriores. De hecho, en algunos lugares todavía no se había recuperado la capacidad productiva tras las heladas históricas de 2005. Las de esta campaña se consideran ya tan duras como aquellas y algunos empiezan a valorar que probablemente hayan sido más dañinas, tanto en extensión afectada como en intensidad de las pérdidas.
Las hojas de los árboles de infinidad de campos están ‘quemadas’, como si hubiera pasado una bola de fuego; pero ha sido por lo contrario, son los efectos del hielo, de temperaturas gélidas que probablemente se mantuvieron en estos sitios con valores inferiores a seis o siete grados bajo cero, durante varias horas y repitiéndose en varias ocasiones, a lo largo de más de dos meses.
Lo preocupante ahora ya no es el futuro de la cosecha perdida. De ello se puede hacer cargo el seguro de producción, si el agricultor afectado había suscrito la póliza correspondiente. Lo peor es que estos árboles que están seriamente dañados van a producir muy poco la temporada próxima, o ni siquiera producirán, porque bastante harán con rebrotar y empezar a generar nuevas ramas y hojas. En muchos casos será mejor arrancar los naranjos arrasados (cabe que algunos mueran) que esperar a una dudosa regeneración, y plantar otros, si es que los dueños tienen ánimo y dinero para empezar de nuevo.
Sin embargo, estos daños en el arbolado y la consiguiente inducción de mermas futuras no tienen posible cobertura de seguro, por lo que cabe esperar que