, herbicidas eficientes, siembra directa, etc.), un tipo de cambio competitivo y los buenos precios internacionales de los granos, los cuales vivieron un ciclo ascendente desde fines de 2002 hasta mediados de 2008, con una abrupta subida desde los últimos meses de 2007, sostenida por factores diversos como el aumento de la producción de biocombustibles, la subida en el precio del petróleo, la baja del dólar, la caída en los stock y la inyección de capitales especulativos. Si bien los precios comenzaron a caer abruptamente desde el segundo semestre de 2008, por la crisis internacional se mantuvieron históricamente elevados y se ha visto cierta recuperación en los últimos meses. Hay razones para pensar que los precios seguirán altos en los años sucesivos.
Este excelente negocio que propone la agricultura en Argentina, paradójicamente, confronta a los pequeños y medianos productores con problemáticas cada vez más difíciles de superar. El pequeño y mediano productor que venía desapareciendo del campo con el régimen de convertibilidad, que concentró el uso de la tierra, sobreendeudó y desprotegió a los productores y socavo su rentabilidad a manos de sistema financiero y las grandes corporaciones multinacionales, se enfrenta hoy en día con claros riesgos de continuar siendo expulsado, pese a la mejora del negocio agrícola.
La pregunta es: ¿Por qué desaparece el productor agrícola pyme? En los últimos dos años se ha escuchado que el problema reside en la intervención del Estado, el cual sólo ha perturbado el normal funcionamiento de los mercados y ha “expropiado” los ingresos producidos por la actividad.
Sin embargo, la realidad es exactamente la contraria, el productor chico y medio desaparece por las características de la estructura de los mercados en los que está inmerso. Están atrapados en una red de mercados concentrados que los exprimen. Es el mercado, y no el Estado, el que provoca la ruina de los agricultores pymes. Y esto no se da por un problema de eficiencia productiva dado que los rindes por hectárea no dependen del tamaño de la explotación y nuestros productores son realmente eficientes.
En verdad, el pequeño y mediano productor desaparece porque no puede competir por el uso de la tierra con la gran explotación agropecuaria, en un contexto en el cual los cultivos extensivos requieren un alto nivel de inversión y se han profundizado los riesgos climáticos y de mercado, afectando la rentabilidad del chico.
Si pensamos en la situación del productor pyme frente al gran productor encontramos que estos últimos tienen acceso a insumos (compra en escala) y financiamiento más barato; diversifican geográficamente su producción, de modo de minimizar el riesgo climático y acceder a coberturas de seguros a más bajo costo; tienen capacidad de acopio y un alto volumen de capital de trabajo, lo cual les permite aprovechar las variaciones de precio de mercado y les otorga una mejor posición negociadora frente a los compradores, incluso pueden acceder directamente a los mercados de futuros y opciones; logran una mayor eficiencia administrativa; pueden asimilar los cambios técnicos y cuentan con una alta capacidad de acumulación de capital; además de asegurarse la obtención de los servicios agrícolas en tiempo y forma, cuando su propia maquinaria no es suficiente.
Todo esto les permite competir con ventajas por el uso de la tierra apta para la agricultura, que es un factor fijo, abonando arriendos que son imposibles de pagar para el pequeño y mediano productor.
El productor pyme promedio, endeudado con la cooperativa o el acopio local depende de que no falle la cosecha para su subsistencia; tiene dificultades para encontrar aplicadores en los momentos oportunos y, si el cultivo viene bien, en muchos casos debe esperar que los contratistas cosechen a los grandes productores, con los riesgos que esa espera supone, dado que la adquisición de herramientas propias de última tecnología es muy difícil por su alto costo (en algunos casos han logrado hacerse de maquinarias propias, lo cual es importante, pero supone endeudamiento y un enorme capital que es de difícil amortización, cuando no es herramienta usada que reduce la productividad). Una vez cosechado el grano, necesita vender para cubrir sus gastos y carece de posibilidad de acopio, lo cual lo deja expuesto a los más variados abusos de los compradores.
Esta situación tiene dos efectos: 1. Convierte al pequeño y mediano contratista-arrendatario en un desocupado o dependiente económicamente del grande y que nunca va a poder adquirir tierra propia.
2. transforma al pequeño y mediano propietario en un rentista, dependiente del grande y que, tarde o temprano, deberá vender.
Por otra parte, la estructura de los agromercados, tanto de los insumos principales como de la comercialización, se encuentran altamente concentrados, a lo que hay que sumarle el incremento de la ocurrencia de siniestros naturales derivados del cambio climático mundial, con lo cual el pequeño y mediano productor está encerrado en un círculo vicioso imposible de romper en el marco del “libre juego de la oferta y la demanda”. En el mercado, es inevitable que el pez grande se coma el chico. Son relativamente pocas megaempresas transnacionales (no más de 12) las que controlan el mercado mundial de alimentos. A nivel local, sólo 10 empresas explican el 95% de las exportaciones de granos; las mismas que son propietarias de las plantas aceiteras o molineras. Es conocido también el nivel de concentración en el mercado de insumos, donde grandes empresas transnacionales como Monsanto, Syngenta, Bayer, etc., tienen posiciones privilegiadas.
Resulta claro que el mercado seguirá expulsando a los agricultores pymes, de no mediar la organización de los mismos y la intervención del Estado. Lo importante es comprender que la eliminación de las retenciones tampoco soluciona el problema. En una primera instancia, favorece al sector agrícola en su conjunto, permitiendo un crecimiento del negocio, pero, dada la estructura actual, este crecimiento fortalecerá a los grandes jugadores. La verdadera disputa de este último estrato de productores debe plantearse al interior del agronegocio, logrando una distribución más equitativa del ingreso.
El negocio del productor se basa en la tierra, y el acceso a la misma en propiedad o arriendo es fundamental. Bajo esta concepción, la subsistencia del productor pyme plantea la necesidad de considerar, al menos, tres elementos necesarios: 1. la reedición de una junta nacional, que defienda a ese estrato de productores; 2. la asociación económica de los productores, que les permita adquirir escala, y 3. la política de acceso a la tierra agrícola, para lo cual, si bien hoy tal vez no sea posible pensar en una reforma agraria, al menos se pueden instrumentar políticas que favorezcan a los productores pyme.
El valor de una junta. En este contexto, la recuperación de una organismo que opere como una junta nacional agropecuaria es fundamental, no sólo por la defensa del productor pyme, sino por la necesidad de conciliar tres objetivos básicos, a saber:
Garantizar la preservación de la seguridad alimentaria nacional: este objetivo es fundamental en la agenda de políticas de estado, teniendo en cuenta el fuerte aumento del riesgo alimentario mundial. La seguridad alimentaria exige políticas efectivas de contención del precio local de productos básicos, evitando que adopte el nivel y los vaivenes internacionales, de manera de impedir el abrupto aumento del costo de vida de la población en general, a cuyo efecto, cabe mencionar, es esencial el esquema de retenciones vigentes. La seguridad alimentaría requiere políticas de diversificación, reducción del riesgo derivado del cambio climático (obras de riego, capacidad de almacenaje, etc.).
Internalizar las ventajas comparativas para el desarrollo industrial: la necesidad de revertir la tendencia a la desindustrialización vigente desde la última dictadura es uno de los grandes objetivos que se ha planteado el Gobierno en los últimos 7 años. Uno de los perjuicios causados por el modelo neoliberal ha sido el proceso de simplificación de la estructura productiva, lo que significa el desmantelamiento de la industria. La vuelta al planteo de la reindustrialización, es decir, del cambio en su estructura productiva, exige una política consistente, para lo cual la posibilidad de aprovechar las ventajas que el agro nacional.
Defender la figura del productor pyme: como se viene sosteniendo, éste es un objetivo básico, tanto social como económico, de cualquier política. Es imprescindible evitar el fuerte proceso de migración rural que se ha vivido en las últimas décadas.
¿Por qué la junta es importante para conciliar los tres objetivos? Porque una eventual junta actuaría como comprador de última instancia, lo cual permite intervenir en los mercados cuando se producen situaciones de abusos para el productor pyme, favoreciendo la posibilidad de que este último perciba el precio pleno según la cotización de los granos vigente a nivel internacional, con esto se logra evitar que las corporaciones capten una parte de la renta agraria mediante un pago al productor inferior al de los precios internacionales, permitiendo que el Estado obtenga los beneficios de la instrumentación de una política de retenciones, sin más impacto en el productor que la alícuota fijada.
Fuente: el argentino.com