El índice que elabora este organismo a partir de la evolución de una cesta de la compra básica, compuesta por cereales, semillas oleaginosas, productos lácteos, cárnicos y azúcar, «ha crecido de forma ininterrumpida» desde agosto hasta alcanzar los 168 puntos en el undécimo mes, su media más alta desde septiembre de 2008.
Ese nivel de precios, aunque elevado, todavía es un 21% inferior al máximo alcanzado en junio del año pasado, cuando rebasó los 200 puntos tras varios meses de alza motivada por las bajas reservas de cereales, las malas cosechas en los países exportadores, el aumento de la demanda de productos agrícolas que sirven de base a biocombustibles y la escalada del petróleo. Antes de los registros récord de 2007-2008 el índice nunca había excedido los 120 puntos y casi siempre se había mantenido por debajo de los 100.
«Inesperado»
La FAO tacha de «inesperado» este nuevo encarecimiento de los alimentos, y señala que determinar sus causas constituye un «desafío» para poder predecir la evolución de los mercados a medio plazo. La situación actual, subraya, es hoy diferente a la de los años 2007-2008: las reservas mundiales de cereales están «en niveles mucho más saludables» y, en general, los suministros en manos de los exportadores son mucho más adecuados para dar respuesta a una demanda creciente que en el alza anterior. Es cierto -señala- que los biocombustibles continúan «tirando de los precios», pero el sector ha ralentizado su crecimiento de un año a otro.
Las perspectivas iniciales para los cereales indicaban un descenso de la producción mundial comparado con 2008. Aún así, la FAO espera que la producción al cierre del año sea generosa y se sitúe un 4% por encima de la de 2007. Hafez Ghanem, director general adjunto de este organismo deduce de todo ello que «el estado saludable de las reservas y las buenas perspectivas de producción reducen el riesgo de una fuerte subida de precios durante los próximos seis meses».
La FAO atribuye el recargo general registrado en noviembre a una «fuerte recuperación» de los lácteos (con un aumento del 80% desde su nivel mínimo de febrero) y a los precios
más elevados de los aceites y los cereales.