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En el mundo, Suecia fue el primer país en instituir un «Día del árbol». Fue en 1840, mucho antes que en
Algunos años más tarde, los suecos que emigraron a Estados Unidos llevaron consigo esa arraigada herencia cultural, y la difundieron con tal fuerza que en 1872 también se instituyó el «Día del Árbol» en ese país.
La institución de este día es muy importante para que todos tomemos conciencia, desde los primeros años de vida, de la responsabilidad que nos cabe en el cuidado de los recursos forestales, sabiendo además que se trata de una tarea a largo plazo.
Por ello no tardó en difundirse esta fecha conmemorativa, y luego de Estados Unidos, los demás países del continente y del mundo comenzaron a establecer el «Día del Árbol».
Canadá, por ejemplo, ya el 21 de agosto de 1860 había adoptado la hoja del arce (un árbol lindísimo y de buena madera para la construcción) como emblema nacional. Y tanta importancia le dieron (en un país de gran riqueza forestal) que la hoja del arce (o «maple») pasó a ser el centro de su bandera. Con orgullo, cada vez que se celebra el «Día del Árbol», miles de canadienses lucen la hoja del arce bajo la forma decorativa de broches, alfileres, botones y otros adornos.
DERECHOS DE LOS ÁRBOLES
¿Cómo, los árboles tienen derechos? ¡Claro que sí! Aunque no hablen ni se muevan, comparten con nosotros el planeta y son seres vivos, que tienen ciclos biológicos como nosotros y se complementan con el hombre. ¿O acaso se imaginan un mundo sin árboles?
Por eso tenemos que defender sus derechos, como los nuestros o los de los animales:
* Tiene derecho a la vida, porque también nace.
* Tiene derecho a ser protegido, y a gozar de sus necesidades: luz, agua, aire, espacio.
* Tiene derecho a no ser dañado. Todo lo que ponga en peligro su vida es un asesinato (fogones, incendios de reservas o parques).
* Tiene derecho a cumplir su ciclo, y la tala indiscriminada les niega ese derecho. Si la tala es necesaria, tiene derecho una plantación equivalente en el mismo lugar.
* Tiene derecho a crecer. Destruirlo siendo pequeño y sin haberse reproducido atenta contra la especie, e indirectamente contra nosotros mismos.