El negocio naranjero, en este tramo final del ejercicio, se encuentra al borde mismo del colapso, según los testimonios coincidentes recogidos por este diario tanto entre productores como entre operadores comerciales. El escenario que describen resulta desoladora: una parte significativa de la cosecha de las variedades de naranja más precoces -lane late, powell o chisslet, sobre todo- se acumula por toneladas en las cámaras frigoríficas a la espera de unos compradores que sólo aparecen con cuentagotas, al tiempo que las perspectivas para las valencia late -que es el tipo de naranja que se recolecta inmediatamente después de las ya referidas- son todavía menos halagüeñas puesto que cuelgan en los árboles sin que apenas nadie muestre interés por adquirirlas.
Las fuentes del propio sector calculan que entre el 60% y el 70% de la cosecha de valencia late no va a encontrar este año ningún tipo de salida comercial. Los almacenes rebosan mercancía y los comercios no quieren recolectar más fruta, e incurrir así en nuevos gastos de mano de obra, hasta que no puedan acomodar en los mercados la mucha que aún tienen en las cámaras, algo que no se presenta como una misión sencilla en la actual coyuntura. Según diversas estimaciones, entre un 20% y un 30% de la producción de las variedades más tempranas de naranjas sigue almacenada y aguardando una oportunidad para ser vendida. Si no lo consigue, será enviada a la industria de transformación a precios reventados.
¿Que cómo la citricultura valenciana ha llegado, nuevamente, a una situación tan caótica como la descrita? Opiniones hay para todos los gustos, aunque desde las filas del propio sector vuelven a prevalecer los factores exógenos a la hora de enumerar las causas principales del desastre. Así, no faltan las referencias a la escasez de calibre que ha presentado la naranja durante este año, o las alusiones a la competencia que ejercen las importaciones de naranjas procedentes del Hemisferio sur que ya han comenzado a desembarcar en los mercados europeos y que presionan los precios a las baja, o la constatación del poder negociador que tienen los gigantes de la distribución alimentaria.
Sin duda, todos esos elementos resultan trascendentales para el buen desarrollo de cualquier temporada, pero ni la concatenación de resultados tan decepcionantes termina de despertar en el sector reflexiones autocríticas sobre su propia capacidad para organizarse como colectivo en el marco de la economía moderna.
En cualquier caso, se cierra una campaña citrícola que ha resultado un fiasco para los productores, tanto de mandarinas como de naranjas, pero que la consellera del ramo, Maritina Hernández, abrió en septiembre pasado con el siguiente augurio: «estamos ante una excelente campaña por la calidad y el volumen…lo que repercutirá directamente en un incremento de las rentas agrarias».
Fuente Levante-EMV.com » Economía