El arbusto del cual proviene el té, llamado «Camellia Sinensis», es autóctono de China y de algunas regiones de
La expansión del comercio del té se dio entre los siglos XVII y XIX, primero a cargo de las compañías holandesas y posteriormente de las inglesas y francesas. En ese entonces, los europeos sólo podían comprarle té a China y en menor medida a Japón, los únicos productores hasta ese momento.
El té y su parada en Argentina
En nuestro país el té apareció cuando en 1923 arribó a Colonia Tres Capones de Misiones el Sacerdote Tijón Hnatiuk, procedente de Ucrania, quien trajo como presente para su familia un paquete de semillas de «Camellia Sinensis» o «Thea Sinensis». Las semillas fueron plantadas por Vladimiro Hnatiuk y en 1932 el Ministerio de Agricultura distinguió con un diploma de honor al pionero. Con el correr del tiempo las experiencias ganadas con el tratamiento de esta planta fueron dando sus frutos convirtiéndose en la base y el fundamento posterior de la industria.
En Misiones y Corrientes, los suelos dedicados al cultivo de té son de fertilidad media a baja debido a los desniveles de pendiente existentes, que los hace muy susceptibles a la erosión una vez que se instala el cultivo. Por dichas causas los rendimientos elevados no se pueden obtener y mantener por muchos años, sin un programa adecuado de aporte de materia orgánica, restitución de los restos de poda y aplicación de fertilizantes químicos.
Un paneo a su elaboración
Todos los tés (verdes, negros) provienen de la misma planta. La diferencia está en la forma en que se procesan las hojas recogidas.
Las hojas se recolectan cuando los nuevos brotes empiezan a crecer. Cada tallo termina en una yema que se convierte en brote joven cubierto de una ligera pelusa (yema terminal o pekoe). Debajo en el mismo tallo se encuentran varias hojas que ya han llegado a la madurez, siendo la más vieja la más alejada de la yema.
Actualmente el método es mecanizado pero reproduce fielmente los pasos del proceso tradicional.
Tenemos una primera etapa que es la del marchitamiento, esta se inicia en el momento de la cosecha y tiene como finalidad reblandecer la hoja y hacerla maleable para poder enrollarla sin romperla. Se hace circular una corriente de aire a 20-22º en unos túneles con cintas transportadoras o bien en cubas. Luego pasa al enrollado, donde mediante unas máquinas se rompen las células de las hojas y así se liberan los aceites esenciales de la planta. Se continúa con la fermentación, en la cual se colocan las hojas sobre planchas inertes para que no contaminen el proceso con una atmósfera muy húmeda (90-95%) y a una temperatura constante de 22º. La temperatura en el interior de la masa de fermentación va subiendo hasta alcanzar un máximo y luego vuelve a bajar. Cuando alcanza la temperatura máxima es cuando hay que detener el proceso de fermentación. Para finalizar tenemos el secado, operación que tiene como finalidad detener la fermentación en el momento deseado. Se realiza con unos ventiladores de aire caliente. En esta etapa hay que tener en cuenta dos parámetros: la temperatura de secado y la duración.
Un secado no muy extendido puede producir un té con alto contenido en agua y correr el riesgo de enmohecerse. Una desecación fuerte o larga le quita al té su aroma, haciendo insolubles una gran cantidad de sustancias contenidos en la hoja.