Aunque en pocos momentos llegan a mostrar acuerdo, en la cadena de la carne son tres los eslabones fuertes que juegan: la producción de hacienda, los frigoríficos, y la industria del cuero. Tal vez, esta última, es la menos conocida, sin embargo, su participación suele ser determinante a la hora de definir cómo se computan los costos frigoríficos: por medio del «recupero», conjunto de subproductos en el que el valor del cuero es casi excluyente, o por el menor precio en la compra de hacienda en pie.
No es difícil darse cuenta, entonces, el grado de tensión que habitualmente se vive entre las partes, relación que se caracteriza por las acusaciones cruzadas. De todos modos, se trata de eslabones fuertes y débiles al mismo tiempo ya que, aunque no les guste, en gran medida la suerte de uno depende de la situación del otro.
Así, atada indefectiblemente al destino de la ganadería vacuna local, la actividad económica más antigua del país, la industria curtidora, enfrenta hoy un destino incierto. Es que si bien su naturaleza es netamente exportadora (alrededor del 85% de su producción va al mercado internacional), y en el último año el principal problema fue la conmoción de la economía mundial que, aparentemente, comienza a ser superada, ahora el desafío parece ser el sensible achicamiento del rodeo que se está produciendo, y sin miras de revertirse en el corto plazo (cerca de 5 millones de cabezas menos en 2 años, y una caída de 3-4 millones de terneros menos en la parición). O sea, se estaría pasando del debilitamiento de la demanda internacional (en precios, ya que los volúmenes siempre se pudieron colocar), a la falta de materia prima para elaborar y abastecer a los clientes del exterior. Duro dilema para una industria que se estructuró para un nivel de capacidad industrial de procesamiento de cueros que hoy, liquidación mediante, ronda más de 14 millones de cabezas anuales, pero que justamente por la matanza de vientres y las malas preñeces fruto de sequías y falta de inversión, puede caer 3-4 millones de cabezas por año.
Se estima que en la actualidad son alrededor de 150 las empresas que se dedican a la actividad con una mano de obra aproximada de 12.000 personas. Aunque se podría hablar de unas 50 grandes, realmente consolidadas, y de éstas, apenas una decena absorbe cerca del 85% de las exportaciones. Mientras, el grueso tiene nichos en el mercado interno al que derivan el 15% de los cueros procesados anualmente, en muchos casos, ya como productos destinados a la actividad marroquinera.
Problemas
De ahí que, hasta ahora, el problema más grave de los curtidores como sector era, justamente, el complicado contexto internacional, aunque también la falta de concepto «industrial» que prima en el país, y que lleva a que estas empresas (prácticamente de todos los rubros) paguen insumos esenciales como la energía mucho más caros, tengan demoras en las devoluciones de impuestos, o restricciones a la hora de las importaciones, entre otros varios problemas. También se observa el mantenimiento de la tendencia de la concentración, con la desaparición de cantidad de pymes y pequeños talleres.
Pero ahora, justo cuando el mercado internacional comienza a dar señales de recuperación se agrega una nueva preocupación, por el lado de la oferta de materia prima.
De tal forma, en el frente externo se estima que lo peor ya pasó y que la recuperación va a seguir. En tal sentido, el debilitamiento de las compras de afuera llevó a que los precios internos cayeran de un promedio de u$s 0,80-1,20 por kilo de cuero fresco, a apenas u$s 0,15, precio considerado el piso histórico y sensiblemente inferior al de los países vecinos que también sufrieron la crisis internacional. En ese momento, y con la peor sequía en décadas, los productores no lograban sacar su hacienda de los campos «ni por el valor del cuero», de tan bajo que había caído.
Ahora mejoró un poco, aunque los u$s 13 por metro cuadrado que cotiza el curtido semiterminado sin teñir (que es el 70% de lo que se exporta) en la actualidad, no llega todavía a los u$s 16-17 que lograba antes de la crisis.
También hubo algún cambio en los compradores ya que se consolidó China, cuadruplicando los volúmenes de sus seguidores: Estados Unidos, Italia, Holanda y Vietnam. Básicamente este grupo, será el responsable por compras que se estima rondarán este año los u$s 550-600 millones.
Sin embargo, la mayor inquietud hoy viene por el lado interno, y no sólo por los problemas ya citados o los inconvenientes que aún subsisten en la comercialización (cheques diferidos, pagos en producto, etc.), sino en lo que se refiere a la oferta de materia prima.
Es que si bien hubo grandes fluctuaciones a lo largo del tiempo, y se pasó de más de 16 millones de cueros vacunos anuales a alrededor de 11 millones, en los últimos años se había recuperado y luego se acentuó la oferta atada a la liquidación ganadera que se está produciendo, especialmente de 2006 a la fecha.
La industria se adaptó, ajustó sus estrategias y hasta se agrandó para absorber tal volumen. El caso es que ahora, además del tamaño mucho más chico de los cueros por el fenomenal avance de los feed lots con su oferta de animales chicos, aparece en el horizonte la amenaza (bastante cierta) de una fuerte caída de la oferta por el achicamiento del rodeo, lo que podría poner al sector frente al panorama de quedar sobredimensionado.
Aparentemente no demasiado preocupados por esta coyuntura, capitalistas brasileños habrían decidido incursionar en el negocio de las curtiembres. Ya adquirieron la que pertenecía al Grupo Yoma, en tanto la brasileña Marfrig compró una planta en Uruguay que ya contaba con una subsidiaria en la Argentina. Como en otros frentes, parece que creen que vale la pena esperar que las crisis finalmente pasen.
Fuente: Ámbito Financiero