Ricos en biodiversidad, los bosques albergan más de mil millones de personas. Además, almacenan carbono, proporcionan combustible, alimentos y madera, y regulan los cursos de agua y el clima locales. Empero, los bosques tropicales han estado desapareciendo a una tasa anual superior a los siete millones de hectáreas: una Panamá por año. Esto provoca un sexto de las emisiones de gases de efecto invernadero, superando las ocasionadas por los sistemas de transporte.
El principal problema es que algunas personas subsisten destruyendo bosques para obtener terrenos agropecuarios. Pero sus ganancias son minúsculas comparadas con los beneficios de mantener los bosques. En los confines de
Es crucial arbitrar esa diferencia, valorando los árboles en pie y utilizando ese valor para recompensar a quienes manejan bosques sosteniblemente. Esa conservación forestal reduciría considerablemente las emisiones de carbono de los combustibles fósiles. Los países con mayor potencial para esto se encuentran en América Latina, África y Asia.
El Protocolo de Kyoto permitió a los países industrializados cumplir límites de emisión invirtiendo en reforestación, en lugar de conservar bosques. La iniciativa REDD (Reducción de emisiones causadas por deforestación y degradación forestal), que recibió un fuerte impulso en Copenhague, procura recompensar a los países que reduzcan la deforestación. También están en curso mecanismos piloto, como
¿Existen los instrumentos necesarios para alentar la silvicultura sostenible? La experiencia con las zonas protegidas e indígenas que abarcan más de un cuarto de los bosques tropicales remanentes es alentadora. Evidencia reciente en América Latina, África y Asia demuestra que tales zonas reducen la deforestación. Más sorprendente es que combinar protección y uso —los habitantes de los bosques pueden utilizarlos de manera sostenible— resulta, como mínimo, tan eficaz como la protección estricta. Las zonas con poblaciones indígenas son las más efectivas.
Esos datos avalan incluir un concepto amplio de REDD en el régimen sobre cambio climático posterior a 2012 –incluyendo su financiamiento sostenible. Para obtener buenos resultados, sin embargo, ese esfuerzo debe complementarse con medidas en tres frentes.
Primero, se debe mejorar la administración forestal, clarificando la tenencia de la tierra y los bosques. Pagar a quienes protegen bosques sólo funcionará si sabemos a quién enviar el cheque. Es preciso resolver conflictos sobre la propiedad de los bosques, determinar los derechos sobre la tierra, elaborar normas de uso forestal y proteger contra invasiones de los bosques.
Segundo, la comunidad internacional debe ayudar a intensificar la agricultura en lugar de que se extienda a tierras forestales infértiles. La demanda creciente de alimentos y madera impulsa la deforestación. Para aliviar estas presiones, y no simplemente desviarlas de un bosque a otro, los agricultores deben producir más soja, aceite de palma, carne y madera en las áreas actuales. Así,
Por último, necesitamos mejores datos y seguimiento para apoyar a los mercados crediticios. No hay todavía un sistema mundial de seguimiento del carbono para los bosques. Programas nacionales de REDD, necesitarían un seguimiento confiable para aplicar la reglamentación forestal, elaborar contratos y retroalimentar sobre innovaciones. También otorgará la transparencia que tanto necesita la administración forestal, a menudo plagada por corrupción.
La crisis del clima obliga a priorizar, urgentemente, el cuido de los bosques. Con el apoyo que la protección forestal recibió en Copenhague, el mundo podrá abocarse a ayudar a las personas a administrar mejor sus granjas y bosques, al tiempo que se reducen los peligros del cambio climático.
Por: Vinod Thomas y Kenneth Chomitz
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