La medida (impulsada por Guillermo Moreno y Ricardo Echegaray) fue firmada por Débora Giorgi y excluye al poroto de soja del Régimen de Importación Temporaria. Curiosamente había sido el propio Echegaray, cuando estaba en
Para fundamentar este giro, se argumentó que «con la finalidad de proteger los ingresos de los productores, debe privilegiarse la utilización de materias primas nacionales». En realidad buscan que los productores vendan la soja que aún está en su poder. En 2008, desde Paraguay y Bolivia ingresaron 2,8 millones de toneladas de soja, que luego fueron reexportadas convertidas en harina y aceite. Ese flujo no llegó a representar 6% de la cosecha local, que fue de 46 millones de toneladas. De allí que la industria aceitera –nucleada en CIARA– objetó la explicación oficial. En carta a Giorgi, reclamó una marcha atrás.
«No entendemos el sentido. Es falso que la soja importada deprima los precios al productor. En un momento donde se necesitan divisas y no afectar el nivel de actividad, parece un contrasentido destruir una herramienta que permitía agregar valor», señalaron.
Ese sector, formado por multinacionales como Cargill y Bunge y por firmas nacionales como AGD y Vicentín, invirtió en los últimos años sumas millonarias para elevar su capacidad de molienda de soja, que hoy se ubica por sobre las 50 millones de toneladas. En 2008, pese a la importación, trabajó al 70% de su capacidad. Y para este período, como se espera una menor cosecha de soja, lo haría al 60%. La importación temporaria permitía a las empresas pagar retenciones sólo por el valor agregado a la soja extranjera, porque de otra manera el negocio era inviable. Paraguay y Bolivia no tienen industria aceitera. Ahora sus porotos saldrán hacia otros países más lejanos. Allá harán el trabajo que antes se hacía en
Fuente. Clarín.com