La biomasa que producen los cultivos se puede aprovechar para generar placas de prensado de trigo que tienen importantes ventajas ambientales.
La Agricultura de Construcción utiliza biomasa de cultivos agrícolas, como los rastrojos de trigo comprimidos, para la fabricación de placas, siendo en muchos países de Europa la vanguardia ambiental tanto al momento de construir como en la climatización posterior, ahorrando en calefacción como en refrigeración.
Para alcanzar los objetivos ambientales fijados por el Acuerdo de París queda mucho camino por recorrer y es importante para generar impactos significativos conocer cuáles son las mayores fuentes de las emisiones. Primero están las viviendas y los edificios; seguido de los automóviles, los procesos productivos industriales, el uso de la energía en la industria o en la agricultura.
Por ello, en materia de vivienda, la Unión Europea dictaminó la Directiva 2010/31 que exige a los estados miembros de la Unión que todos sus edificios públicos nuevos sean de Consumo Casi Nulo a partir de fines de 2018 y todos los edificios lo sean a partir del 31 de diciembre de 2020.
El ingeniero agrónomo Juan Manuel Vázquez, el mayor experto argentino en este tema, indicó que para lograr estos objetivos hay cinco principios básicos: envolvente térmica aislante continua, aberturas de última generación, inexistencia de puentes térmicos, estanqueidad y ventilación forzada con intercambiador de calor.
Teniendo en cuenta estos puntos se llega a ahorrar un 90% de energía, solo se consume el 10%. También nos dice que las viviendas son responsables de más del 40% de las emisiones de GEI, no solo por la energía utilizada para producir y transportar los materiales de construcción, sino también por la energía utilizada para mantener temperaturas de confort en su interior.
El ingeniero Vázquez, con una tecnología de la República Checa, utiliza para los muros y techo rastrojo prensado de trigo. Se trata de la placa Ekopanely de 6 centímetros de espesor, que aísla térmicamente como un muro de ladrillo macizo de 45 centímetros. Para lograr el standard passivhausse usa doble placa y celulosa al medio. Estos materiales son además muy eficientes aislando acústicamente, además de ignífugos.
Los materiales naturales de origen biológico no solo requieren poca o ninguna energía durante su producción, sino que pueden considerarse como acumuladores de carbono.
Con ellos podemos comenzar a construir edificios de “cerocarbono” o “carbono negativo”, cuando los materiales han absorbido más CO2 del que se consume durante su fabricación.
La construcción con materiales naturales como el cáñamo, la arcilla y la paja ha sido tradicionalmente una actividad a pequeña escala. Pero hoy, una nueva generación de empresas está revolucionando la construcción natural al desarrollar productos listos para el mercado masivo. Combinan materiales naturales con tecnologías innovadoras para crear productos que se sienten y se comportan como materiales líderes en el mercado.
Existe para Argentina un gran potencial para arrancar en punta en Latinoamérica con esta tecnología por los volúmenes de biomasa de nuestros cultivos. Podríamos llegar a ser el corralón de materiales sustentables para construcción de Sudamérica.
En una reunión reciente en la que con Juan Manuel, Pedro Vigneau y Claudio Dunan discutíamos la forma de incorporar estas tecnologías en Argentina, como fuente de trabajo y solución habitacional para La Matanza, el gran dirigente social Lalo Creus dijo espontáneamente que esta era “una nueva solución del campo para los problemas urbanos”. Usar la fotosíntesis para mejorar nuestras viviendas y calidad de vida es sin dudas pura bioeconomía.
Nota de Redacción: Fernando Vilella​es director ​del Programa​de Bioeconomía de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires. Este artículo lo escribió con la colaboración del ingenerio Juan Manuel Vázquez, especialista en Construcción Carbono Negativo.
Fuente: Mitre y el Campo.