19.09.13 “En Sudamérica trabajamos para alimentar al mundo”, dijo a la agencia AFP, Gustavo Grobocopatel, cabeza de uno de los grupos agroindustriales más poderosos de Latinoamérica, y advirtió que quien critica a la soja “está contra los pobres que empezaron a comer”.
Grobocopatel, de 51 años, apodado el “rey de la soja” aunque es el principal productor de trigo de Argentina, dirige el mayor grupo agrícola del país pero no tiene una sola hectárea propia, y su pasión fundamental no son los negocios sino la música.
“Somos agricultores sin tierra, porque la alquilamos; sin trabajo, porque lo tercerizamos; y sin capital porque nos prestan el dinero. Lo único que tenemos es capacidad de gestión, de articulación, el conocimiento”, señaló. Con una sonrisa apuntó: “Soy marxista, te podría decir”, mientras toma mate, infusión típica rioplatense, en la oficina de una de sus empresas.
“En América del Sur trabajamos para alimentar al mundo y en general en Europa se trabaja más para hacer jardinería. No estoy en contra de eso, pero sí que se dé cátedra al resto del mundo sobre lo que hay que hacer”, dijo el ingeniero agrónomo en alusión a la condena de los transgénicos.
Solo Argentina, primer exportador mundial de aceite de soja, “está en condiciones de alimentar a 400 millones de personas, en un país con 40 millones de habitantes”, subrayó este hijo de inmigrantes rusos que llegaron al país en 1910.
Pese a esa clásica imagen del productor rural argentino de mate en mano, Grobocopatel es la antítesis de sus colegas del sector, con una visión global y estratégica del país y la región, que por ejemplo considera que “sin la soja el país no hubiera salido” de la profunda crisis económica de 2001.
“La soja es parte de un nuevo sistema: si uno critica a la soja está contra los pobres, de esos pobres que empezaron a comer, porque antes en Asia mucha gente vivía con una taza de arroz por día y ahora puede comer pollo, puede comer cerdo”, dijo el empresario sobre la leguminosa que representa el 25% de las exportaciones de Argentina, que sumaron u$s81.205 millones en 2012.
Considera que el auge de la soja “es imparable debido a que el enriquecimiento de las clases más pobres de Asia Pacífico, de algunos países de África y América Latina, hace que aumente el consumo y que haya un cambio en los hábitos de alimentación, de cereales o productos más básicos a proteínas”.
Orgulloso de ser parte de ese proceso, considera que la región se ha convertido en “líder tecnológico a nivel mundial en agricultura”, pero sostuvo que “falta mucho más en investigación y desarrollo, en biotecnología, en agricultura por ambiente, en el uso de robótica”.
También defiende el sistema de siembra directa, que abarca al 91% de las tierras agrícolas de Argentina, una modalidad de conservación del suelo sin movimientos bruscos de la tierra que, según los expertos, no produce daños ni deja secuelas.
“Argentina es un país que tiene sumamente difundida la siembra directa, un gran desarrollo tecnológico que por primera vez en 5.000 años de agricultura se puede decir que le vamos a entregar a nuestros hijos suelos mejores que los que nos entregaron nuestros padres: eso es un cambio de paradigma de la forma de hacer agricultura”, se entusiasma.
Su imperio, que abarca compañías en Argentina, Uruguay y Brasil, país que compite con Estados Unidos como primer productor mundial en soja, cuenta con una plataforma de negocios que incluye la comercialización de granos y oleaginosas, así como la prestación de servicios como la provisión de agroinsumos y la asistencia técnica.
Pero su gran pasión no es la agricultura ni las innovaciones tecnológicas: integra un conjunto profesional de música folclórica.
“Soy músico, ya no es un hobby, es mi trabajo; mi hobby es la empresa. Tengo un trío de música folclórica que se llama ‘Cruz del Sur’ y estudio canto desde hace 30 años. Ese es mi gran tema”, señaló.