Luego sucedió algo que el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de
Eso ha reanudado el debate sobre lo que se había convertido en un consenso científico: el cambio climático no se origina en la naturaleza, sino que lo causan los humanos que queman carburantes fósiles. Los científicos que no creen en el calentamiento global provocado por el hombre citan el enfriamiento como prueba para respaldar su caso. Los que sí creen en el calentamiento causado por el hombre desestiman el enfriamiento como algo pasajero debido a cambios transitorios en las corrientes oceánicas. Sus estudios les hacen predecir que pronto los gases de efecto invernadero volverán a subir las temperaturas.
La realidad es más compleja. Unos cuantos años de enfriamiento no significan que las personas no estén calentando el planeta a largo plazo. Pero el enfriamiento no fue previsto por todos los modelos informáticos en los que se apoya la ciencia climática. Eso ha llevado a un punto en el que todos concuerdan: los modelos no son perfectos.
«Queda mucho por mejorar» en los modelos, admite Mojib Latif, un científico del clima en Alemania y coautor de un estudio que predice que el planeta se enfriará durante quizás una década antes de empezar a calentarse de nuevo, una tendencia de largo plazo que atribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero. «Uno debe saber qué puede creer y qué no puede creer de los modelos».
El renovado debate sobre las deficiencias inherentes de los modelos climáticos llega justo cuando deben definirse compromisos económicos potencialmente grandes. En diciembre, diplomáticos de todo el mundo se reunirán en Copenhague para tratar de alcanzar un nuevo acuerdo para reducir las emisiones de gases invernadero.
El objetivo de los modelos de cambio climático es proyectar cómo el aumento de emisiones de gas de efecto invernadero interactuará con las fuerzas de la naturaleza para influir sobre la temperatura global.
Es algo complejo. Los modelos consisten en decenas de ecuaciones escritas para reflejar cómo los líquidos y los gases se mueven por el planeta. A estas ecuaciones se añaden mediciones de temperaturas pasadas, presión barométrica y salinidad del mar. También se aplican cálculos sobre la influencia de la luz solar. Luego se incluyen varias proyecciones de emisiones de gases de efecto invernadero. Las computadoras aplican las ecuaciones y generan proyecciones de las temperaturas globales.
La calidad de los modelos depende de los datos disponibles. Una gran incertidumbre es la temperatura oceánica. Los océanos retienen una gran cantidad de calor y el proceso por el cual lo liberan con el paso del tiempo afecta la temperatura del planeta. Pero hay una escasez de datos disponibles, ya que, dado el tamaño de los océanos, acumular datos sobre las temperaturas resulta arduo y costoso.
El éxito de los modelos también depende de la solidez de sus suposiciones. Los efectos de las nubes, por ejemplo, no son claros. Según su tamaño y altitud, pueden atrapar calor y calentar la tierra, o rebotarlo y enfriar el planeta.
En un gráfico, las proyecciones de temperatura de los modelos apuntan en última instancia al alza, lo que significa calentamiento. Pero en su recorrido, cada línea tiene baches, o períodos temporales de enfriamiento.
La mayoría de los científicos climáticos ha calificado estas oscilaciones como ruido. Sus modelos están diseñados para proyectar la forma en que los gases de efecto invernadero afectarán el termostato global a lo largo de un siglo, no qué temperaturas se registrarán en cada año o incluso en cada década.
En su resumen, el informe de
Pero este estudio y otros similares no han zanjado el debate. Con todo, estos
desacuerdos no son inusuales en una ciencia joven. «No creo que nadie se sorprenda de que un modelo sugiera que la tierra se calienta mientras que el otro dice que se enfría», señala Vicky Pope, una científica del Hadley Center, en el Reino Unido. «Eso es consistente con el punto donde estamos en esta ciencia».
Fuente: The Wall Street Journal