Cada temporada, los productores de arándanos de nuestra provincia se ven obligados a andar «con el Jesús en la boca». La actividad que produce frutas finas para los consumidores del Primer Mundo es complicada, pero, más que nada, muy riesgosa, porque es dependiente de demasiadas variables negativas. Desde que este cultivo comenzó a desarrollarse con firmeza en Tucumán, en los primeros años de esta década, cada campaña tuvo sus particularidades, que oscilaron entre pérdidas por heladas, por granizo o por bajos precios en los mercados compradores de la fruta. Siempre pasa algo con el arándano.
«Es una actividad riesgosa, porque demanda muchas inversiones, pero no se puede asegurar un precio para la fruta que asegure la rentabilidad, que en general suele ser mínima o directamente nula. Así ocurrió el año pasado, cuando Tucumán no pudo cosechar 1.000 toneladas porque el valor de la fruta no cubría los costos de cosecha, de empaque y de traslado», dijo a
La cosecha del denominado «blueberry» ya comenzó en la provincia, con retraso porque los últimos fríos no permitieron que la fruta crezca y madure en función de los requerimientos de los mercados. El productor Luis Vallejo comentó que el desarrollo del cultivo es satisfactorio, ya que las heladas ocurridas en julio sólo dañaron lotes «tempranos», de manera que el meteoro tuvo poca incidencia en el sector. Lo mejor es que no se produjeron heladas tardías, como las que provocaron mucho daño en el cultivo en la campaña pasada.
Lo bueno para el sector es que es posible contrarrestar los efectos de las heladas, a través de un sistema de riego. Lo malo es que esta tecnología demanda una inversión de U$S 11.000 por hectárea, a 10 años. También la actividad puede ejercer cierto control sobre el granizo, pero esto significa un desembolso de otros U$S 10.000 por hectárea en equipamiento. Estos valores se sumarían a los U$S 27.000 que son necesarios gastar para iniciar una hectárea de arándanos. Para colmo, no se ven resultados favorables durante los primeros años en que un productor decide incursionar en el cultivo.
El año pasado fue dramático para los productores, que debieron sacrificar unas 1.200 toneladas de arándanos -la mitad de la cosecha prevista- debido a daños por las heladas y porque en determinada etapa de la campaña exportadora los precios cayeron a U$S 4 el kilo, valor que obligó a que mucha fruta ni siquiera fuera retirada de las plantas. Ahora, esperan lograr un promedio de U$S 5 por kilo netos, para lo cual deben iniciar lo antes posible la exportación (en esta etapa, les quedaría U$S 8 por kilo en el bolsillo). En la temporada anterior, cuando los precios se ubicaron en U$S 4 el kilo, el negocio dejó de ser viable.
¿Por qué no hay oferta de arándanos tucumanos en las góndolas de los supermercados de la provincia?, le preguntó
La cosecha del arándano es de precisión, debido a que se extrae cada fruta por separado, e inclusive se la debe seleccionar, puesto que unas presentan un estado madurativo superior a otras, que no deben ser retiradas de la planta. Otra tarea minuciosa se debe realizar en el empaque, para garantizar la calidad de la fruta.
Con tantas contras, la pregunta decanta por sí misma: ¿por qué se continúa con la producción de arándano en Tucumán?. «La verdad, muchos productores pensamos que si hoy tuviéramos que empezar de nuevo con esta actividad seguramente haríamos otra cosa, incursionaríamos en otras actividades productivas menos riesgosas. El tema es que de esta actividad no se puede salir y volver a entrar, como en la frutilla. Tucumán viene de dos muy malas campañas, y no se sabe si se podrá seguir aguantando si la actual no es buena», concluyó Gallo.
La exportación comenzará esta semana
Las exportaciones de arándanos vía aérea desde Tucumán a Miami, Estados Unidos, finalmente se iniciarán esta semana, presumiblemente el sábado 24. Así lo confirmó a
El transporte estará a cargo de Lan Cargo.
El principal destino de las exportaciones de arándanos argentinos se concreta a Estados Unidos, país que el año pasado concentró alrededor del 70% de los envíos. La legislación vigente hace que para exportar con éxito hacia allí, los berries viajen en avión. Ocurre que el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) exige que, para poder ingresar en el mercado norteamericano, la fruta fresca que llega desde nuestro país sea fumigada con bromuro de metilo (proceso conocido como «bromurado»). Ese tratamiento cuarentenario para combatir la «mosca de la fruta» disminuye el tiempo de vida de la misma y hace que el transporte aéreo aparezca como la mejor alternativa ya que en 24 horas el envío estará en destino, en contraposición con los 18 o 20 días que necesita para llegar por barco.
Fuente: La gaceta de Tucumán