En las zonas agrícolas locales se viven las situaciones de «variabilidad extrema» en el clima que ponen en peligro cosechas y siembras así como la ganadería por precipitaciones y ausencia de lluvias.
Si no se logra revertir el aumento de las temperaturas y la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), las historias de inundaciones y sequías devastadoras serán aún más frecuentes en todo el mundo.
En el agro, genera desiertos como ocurrió con el sur bonaerense, la zona de Stroeder y otras donde hubo procesos de deforestación que derivaron en desertificación intensa.
La Bolsa de Comercio de Rosario confirmó en su último informativo semanal que «el clima presenta efectos contradictorios».
Según el especialista en agroclima Eduardo Sierra, quien está en la cumbre, «durante gran parte de la campaña anterior y de la actual, la sequía afectó los cultivos. Ahora, por el contrario, las frecuentes precipitaciones que se están registrando en distintas zonas, en muchos casos son bienvenidas pero en otros producen serios problemas» de cosecha y siembra. Sierra también destacó que «entre uno de los efectos beneficiosos tenemos la del aumento en las alturas del nivel de agua de las vías navegables».
El rápido aumento de las temperaturas en todo el mundo probablemente tendrá un grave efecto sobre las cosechas en las zonas tropicales y subtropicales a finales de este siglo, vaticinó un estudio publicado en la revista Science este año.
El secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, Homero Bibiloni, evaluó que «si no hay fondos» para la adaptación de las naciones menos desarrolladas, las metas para hacer frente al calentamiento global «son difíciles».
Bibiloni, quien integra la delegación argentina en Copenhague que durante 11 jornadas deliberarán para acordar una salida hacia un sistema entre países desarrollados y emergentes que emiten GEI, consideró que hace falta que «la plata esté sobre la mesa» para cambiar la relación de fuerzas.
El Grupo Intergubernamental para el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC), que obtuvo el premio Nobel en 2007 con la integración de científicos argentinos como Osvaldo Canziani y Ricardo Villalba plantea que los países desarrollados logren para 2020 una reducción de emisiones del 25% al 40% de gases de efecto invernadero, por debajo de sus propios niveles de 1990.
Canziani cuestionó los «modelos climáticos» que se utilizan, los márgenes de error y la falta de observaciones y datos ciertos en la Argentina y en América Latina.
Para el especialista hay que «cosechar agua en los Andes» y atender al «cambio de los cultivos» con lo que coincide Rosamond Naylor, director del Programa de Seguridad Alimentaria de la Universidad de Stanford (California), luego de analizar que la transformación de las temperaturas altera la humedad en los suelos agrícolas.
Fuentes Ámbito Financiero