BOLIVAR.- Cómo aprovechar al máximo cada centímetro del campo, ganar más por cada hectárea y tener una producción estabilizada pero en constante crecimiento son, sin duda, los objetivos generales que persigue cualquier productor o asesor. Esa parece ser la regla general. Sin embargo, hay matices. No es lo mismo apuntar a esos objetivos en una zona donde, por sus suelos, no hay mucha variabilidad y es posible aguardar un determinado resultado todos los años, que hacerlo en otra región en la cual hay marcados contrastes en la calidad y capacidad de uso.
Es posible que los desafíos en este último caso sean mayores, pero también hay oportunidades de conseguir logros que antes no eran fáciles alcanzar. Por ello, en línea con la búsqueda de la eficiencia en cada centímetro del campo, en zonas donde la heterogeneidad es bien marcada cada vez se observan más experiencias de un manejo de la producción por ambientes. Si antes se apuntaba al potrero como un todo, con alambrados que arbitrariamente dividían los distintos lotes, ahora la clave pasa por la sectorización, incluso con numerosas subdivisiones al interior del mismo lote. ¿El fin? Aprovechar el suelo según sus características y producir en consecuencia. En el fondo, realizar un manejo por ambientes es hoy una técnica asociada a diversas herramientas. Va desde imágenes satelitales para los diferentes sectores del campo a estudios y análisis del suelo, clasificación de los mismos y la definición de un paquete tecnológico para cada situación.
Uno de los casos que ejemplifican hoy el manejo por ambientes es lo que está haciendo Manuel Montes de Oca en la zona de Bolívar, entre otros lugares. Montes de Oca administra 16.000 hectáreas en el centro-oeste bonaerense, entre agricultura y ganadería, y fue presidente de la Regional local de Aapresid.
Por sus características, en la zona el manejo por ambientes es un paraguas que permitió en casos como el de Montes de Oca un cambio cuantitativo y cualitativo. De hecho, aquí la heterogeneidad de los suelos es bien amplia, desde clase III (para agricultura) a clase VI (de peor calidad) incluso en el mismo lote, por ejemplo. En la parte agrícola, por ahí en una parte del lote se pueden obtener 2000 kilos por hectárea de soja -como observó Montes de Oca-, pero en otra 600 kilos. En este contexto, en vez de sacar los 600 kilos de soja, en esa parte del lote tal vez puede ser mucho más importante una alta producción de carne.
Un campo de 600 ha que administra Montes de Oca es sintomático de la región. Sus suelos pertenecen a dos series: Bolívar (clase IV) y Santa Rita (clase VI). La primera es un molisol éntico de textura franco gruesa. Aquí se hace la agricultura. La segunda, en tanto, es un complejo de suelos que comprende áreas con bajos anegables, tendidos bajos y tendidos altos. Los suelos Santa Rita tienen pH alto, arriba de 7. Aquí, donde se hace la ganadería, luego de varios estudios Montes de Oca se «animó» a hacer alfalfa.
Para recordar, Bolívar ha sufrido recurrentes inundaciones. El campo que visitó LA NACION tenía este problema, pero lo superó cuando en la zona se hizo un canal de drenaje. En situación de inundación la producción era de 40.000 kilos de carne anuales, producidas por un stock de 100 vacas de cría y 120/140 novillos.
«Con la heterogeneidad se complicaba mucho el manejo», expresó. Por eso, tras haberse superado las inundaciones, comenzó a trabajar con los distintos ambientes. En este sentido, se recurrió a imágenes satelitales, análisis de suelo y clasificación por distintos usos. «Se fueron dividiendo los suelos con alambrados eléctricos, separándolos por su capacidad de uso. Así, llegamos a tener 1500 metros de alambrado fijo (aparte de los perimetrales) y 40 mil metros de alambre eléctrico», precisó.
Hoy Montes de Oca maneja los campos por sus ambientes, con los mejores para agricultura y los peores para ganadería, pero tomando algo de los mejores para hacer a la ganadería más eficiente.
En el campo de 600 hectáreas, por ejemplo, de cuatro potreros se pasó a 14 lotes. Cada lote posee desde dos hasta, en algunos casos, 14 parcelas. Cada parcela para ganadería ronda entre cuatro y 8 hectáreas. La unidad productiva aprovechable quedó conformada por 250 ha para agricultura y 300 ha ganaderas.
Optimizar recursos
En resumen, se optimizó el recurso suelo para cada actividad. Así, la agricultura aprovecha los mejores suelos para maíz y soja. «La separación por ambientes hace que podamos hacer una agricultura en siembra directa con rindes estabilizados», señaló. Antes, en convencional se sacaban 2400/2600 kilos de soja y 5000 kilos de maíz. Esto aplicando un planteo homogéneo. Ahora, con el nuevo modelo, el rango subió de 2800 a 3000 kilos por hectárea de soja, con picos de 3500, y de 7000 a 8000 kilos en maíz.
Montes de Oca destaca el impacto del nuevo manejo con otro dato. En la última campaña, de fuerte sequía, en la zona el promedio de soja fue de 1000/1400 kilos por ha. En cambio, en el campo que administra hubo 2000 kilos. «Esto lo atribuimos al manejo, con los suelos bien elegidos y en siembra directa», comentó.
Mientras tanto, en cría, los peores suelos con pasturas de agropiro y lotus son asignados a las vacas y son fertilizados. Se hace un pastoreo rápido por los rastrojos de cosecha y se aprovechan las promociones de raigrás semilladas durante verano. «Esto nos permite que campos naturales de 0,5/0,6 equivalente vaca pasen a 1,5 o 2 vacas por hectárea», cuenta.
En invernada, esta categoría rota por promociones de raigrás y praderas base alfalfa. Se suplementa con maíz producido en el campo para invernar novillos para exportación. La sorpresa es que para subir el piso ganadero un 10% de los suelos agrícolas se destina a la producción pecuaria. Y con alfalfa consociada con cebadilla y pasto ovillo se han obtenido 14.000 kilos de materia seca por ha.
«Entre cría e invernada, con sólo 10% de suelos agrícolas y 90% de ganadería producimos 500 kilos de carne por ha con pasturas, refertilizándolas todos los años, haciendo parcelas con eléctrico y un manejo con buena genética y sanidad», sintetizó. El campo que antes producía 40.000 kilos de carne por año pasó a 150.000/160.000 kilos.
En sintonía con el planteo por ambientes, Montes de Oca adoptó un concepto que están siguiendo otros productores mixtos de la regional: «agriculturizar la ganadería». ¿Qué es eso? Llevar adelante a la ganadería con toda la tecnología disponible.
Así como en agricultura se pone lo mejor, en ganadería se apunta a esa tendencia y a trabajar con protocolos. Por ello, Montes de Oca sigue los siguientes criterios: análisis de suelos; clasificación por su capacidad de uso; fertilización y refertilización anual; uso de herbicidas preemergentes y posemergentes; uso de forrajeras con alta genética; medición de producción forrajera; medición de producción de carne y análisis de resultados.
«Hay un montón de información para decidir en ganadería», opinó Pedro Vigneau, presidente de la regional Bolívar de Aapresid.
Fuente: lanacion.com.ar